viernes, 16 de mayo de 2014

“Si me pongo la muerte”, de Manuel Castilla.
Soy el recién venido borbotón amarillo de savia del verano
que ve por sus espejos y empapado entre plumas
destellar las sombrías aguas de la tristeza.
Salto como el coyuyo desde las gredas húmedas y dormidas
y canto con la caja y la destrozo
como si pisoteara la bocabulla de la salamanca.
Si me pongo la muerte
salgo
el cuerpo acribillado por las varas del nardo y su aroma de olvido
y sigo siendo el tierno, el más alegre,
el susto vagabundo con el diablo en la víbora de su cola picante,
ese que sale desde ustedes ciego y se enamora.
Vengan conmigo. Sientan en la cara
todo el papel picado, su parpadeante arco iris de rocío.
Si me caigo y me duermo
tan sólo me recuerdo
si una mujer enlaza en mi sombrero
un collar de albahaca y maravillas.
Huelo entonces a jóvenes yuyarales mojados
mientras me dure el sueño que embejuca los ojos del caballo.
Yo soy el que se arrima. El que llega pidiendo
sombrero en mano un vino si les sobra
y se sienta si quieren y si le piden canta.
Cuando me dé por morirme
sobre mis pasos andando
voy a volver a las carpas
para borrarlos bailando.
Otras veces me enredan los tres ramales de la aloja
y me voy por las fondas entre el fuego aventado de las cestas de ají,
la lengua despidiéndome, lejos, en tonadas chaqueñas
y salto en las comparsas como una moneda,
en la rueda caída y pedigüeña de los carreteles
mientras resuello en bombos insomnes y lunosos.
Soy un pánico solo,
la risa del relámpago,
lo que sueñan ustedes cuando sueñan con flores,
el verdor que se cae desde Dios
si se ha olvidado, arriba, de alegrarse en la tierra.
Me hacen nacer. Contentos me trajinan,
no sé por qué me matan si me pierdo borracho, amanecido,
me sepultan el miércoles
y en la tierra que me echan por taparme
mi boca vieja brota más leñosa y más nueva.
Primo pobre del zorro.
Mosto gozoso.
Bamboleante aletazo de la locura.
Capujón del amor despreocupado y suelto.
Copla en que vagan madres alejadas
y que lloro en bagualas hasta resucitarlas.
Cuando tope el silencio
cuando de mí solo quede una máscara sucia de engrudo y rota
y me estén enterrando otra vez por otro año,
voy a venir cantándoles
vuelto zorro
con la cola a las señas por la frente y al aire.